Edición Julio-Septiembre 2016 / Volumen 14-Número 3

Linear IgA Dermatosis. Two Cases with Different Forms of Presentation

Arnaldo Aldama Caballero,1 Nidia Aquino,2 Libia Martínez,2 Victoria Rivelli,3 Gloria Mendoza,4 Luís Celías4 y Jesús Irrazábal5

1 Jefe del Servicio de Dermatología.
2 Residentes.
3 Dermatóloga.
4 Dermatopatólogos.
5 Jefe de Urgencias Pediátricas.
Hospital Nacional, Paraguay

RESUMEN:

Se presentan dos casos de dermatosis iga lineal en niños, con aspectos clínicos y evolutivos diferentes. El primer caso reúne las características habituales de la afección también conocida como enfermedad ampollosa crónica de la infancia, con respuesta rápida a la dapsona.

El segundo caso presenta manifestaciones clínicas de rápida instalación que obligan a diagnósticos diferenciales, como el síndrome de Stevens-Johnson, y con una evolución tórpida que requirió el uso de varias drogas para controlar la enfermedad, dejando secuelas que recuerdan al penfigoide cicatrizal

Palabras clave: dermatosis iga lineal, dermatosis ampollosa crónica de la infancia, enfermedades ampollosas autoinmunes en niños.

ABSTRACT:

We present two cases of linear iga dermatosis in children with clinical and evolutionary aspects different. The first case meets the usual characteristics of the disease also known as chronic blistering disease of childhood, with rapid response to dapsone.

The second case with clinical manifestations of quick installation which require differential diagnoses as Stevens-Johnson syndrome, and with a torpid course that required the use of multiple drugs to control the disease, leaving scars that are reminiscent of the mucosal pemphigoid.

Keywords: cryptococosis, central nervous system, meningoencephalitis.

Introducción

La dermatosis por depósito lineal de inmunoglobuli-

na A (dail) es una enfermedad ampollar rara, de mecanismo inmunológico, definida por la presencia única o predominante de depósitos lineales homogéneos de iga en la membrana basal cutánea.1-3

El término dermatosis bulosa por iga lineal fue acuñado por Chorzelski,4 e incluía a pacientes adultos con diagnóstico inicial de penfigoide ampolloso pero con depósito de iga, otro grupo superponible a dermatitis herpetiforme pero con depósito de iga lineal, y también casos en niños previamente diagnosticados con dermatosis ampollosa crónica de la infancia con depósitos lineales de iga. Algunos casos, sobre todo en adultos, los pueden desencadenar por algunos medicamentos.3-7

Mostramos dos casos de dail en niños, con presentación clínica y evolución diferentes.

Caso 1

Niño de siete años, procedente de Horqueta (Paraguay), acude a consulta por lesiones cutáneas de contenido líquido, de seis meses de evolución. Éstas se localizan en los muslos, mejoran espontáneamente, pero dejan manchas hipopigmentadas; un mes antes de la consulta vuelven a reactivarse, afectando varias regiones. Dice no haber ingerido fármacos y no refiere otros antecedentes de interés.

Durante el examen: se encuentran ampollas, algunas con contenido seroso, ubicadas sobre piel sana o eritematosa, de aproximadamente 1 cm de diámetro, aisladas o agrupadas con aspecto de rosetas, afectan el mentón (figura 1a), orejas, región occipital de cuero cabelludo, brazos y muslos; no afecta las mucosas. También se detectan costras y máculas hipopigmentadas residuales en el tronco, genitales y miembros inferiores; signo de Nikolsky (+).

 

Figura 1a. Caso 1. Ampollas aisladas y en rosetas en la región peribucal. Costras hemorrágicas en nariz.

Laboratorio: hemograma, química sanguínea, orina simple resultaron normales.

Anatomía patológica: formación ampollar dermoepidérmica, con techo formado por la epidermis completa con áreas de necrobiosis, el piso por papilas dérmicas denudadas. El contenido ampollar está compuesto por gran cantidad de fibrina, neutrófilos y algunos eosinófilos. Es compatible con el diagnóstico de dermatosis iga lineal (figura 1b).

 

Figura 1b. Caso 1. Anatomía patológica. h&e. Formación ampollar dermoepidérmica.

Inmunofluorescencia directa: anticuerpos iga con patrón lineal a nivel de la membrana basal dermoepidérmica 3(+) (figura 1c), igg positivo 2(+) con la misma distribución; igm, c3 y fibrinógeno negativos.

 

Figura 1c. Caso 1. Inmunofluorescencia directa. Depósito lineal de iga 3 (+) en la membrana basal dermoepidérmica.

Se inicia tratamiento con dapsona en dosis de 2 mg/kg/día con mejoría rápida de las lesiones, aunque deja eritema residual y quistes de milio (figura 1d). Los controles de laboratorio son normales, la dosis de dapsona se reduce paulatinamente hasta 1 mg/kg/día. Actualmente está en el octavo mes de tratamiento y no presenta lesiones activas.

 

Figura 1d. Caso 1. Eritema residual y quistes de milio después del tratamiento.

Caso 2

Niña de nueve años, procedente de Itá (Paraguay), internada en el Servicio de Urgencias Pediátricas por lesiones ampollosas diseminadas, de una semana de evolución. Dichas lesiones comenzaron en el mentón; consulta a un facultativo quien la trata con cefalexina y aciclovir. Las lesiones se extienden, afectan las mucosas, y se acompañan de fiebre y decaimiento del estado general. Dice que no tomó medicamentos antes del inicio del cuadro. Cuando la internan, ante la posibilidad de un cuadro infeccioso, la tratan con vancomicina.

Durante el examen: se encuentran lesiones diseminadas consistentes en ampollas, algunas sobre piel de aspecto sano pero la mayoría en áreas eritematosas que configuran aspecto de escarapela en rosetas o con distribución en collar de perlas (figura 2a), zonas costrosas con bordes flictenulares, áreas exulceradas con costras amarillentas o hemorrágicas. Las lesiones predominaban en la zona periocular, labios (figura 2b), genital y perigenital (figura 2c), palma de las manos y en la planta de los pies (figura 2d). En la boca se detectan ampollas y erosiones; signo de Nikolsky (+).

 

Figura 2a. Caso 2. Lesiones con aspecto de escarapela, centro costroso y periferia flictenular en glúteos.

 

Figura 2b. Caso 2. Importante afectación palpebral, labial y perilabial. Lesiones flictenulares en rosetas en la frente y la mano.

 

 

 

Figura 2c. Caso 2. Lesiones en las áreas genital y perigenital.

 

Figura 2d. Caso 2. Lesiones purpúricas y flictenulares en la planta del pie y en el tobillo.

Anatomía patológica: la primera biopsia muestra ampolla intraepidérmica con regeneración de la capa basal y espinosa que forman el piso. En el techo, epidermis con necrosis y necrobiosis. El contenido muestra fibrina, linfocitos, neutrófilos, eosinófilos y eritrocitos. Los hallazgos son compatibles con el diagnóstico clínico de síndrome de Stevens-Johnson.Laboratorio: hemograma y química sanguínea, normales; serología para Mycoplasma, hiv y htlv, negativas; herpes simple 1 y 2 igg positivo, igm negativo.

Ante la evolución tórpida se decide tomar nuevas biopsias para anatomía patológica e inmunofluorescencia directa. Este nuevo estudio histológico muestra formación ampollar dermoepidérmica, cuyo techo se halla formado por la epidermis completa y el piso por las papilas dérmicas denudadas. El contenido está constituido por fibrina, linfocitos, neutrófilos y eosinófilos.

Inmunofluorescencia directa: depósito lineal de iga 3(+) en la membrana basal. Asimismo, fibrinógeno y c3 en la misma disposición, aunque en menor cantidad.

Por el diagnóstico inicial de síndrome de StevensJohnson recibió gammaglobulina humana durante tres días, tuvo poca mejoría. Con los hallazgos de la segunda biopsia, y considerando la severidad, se inicia tratamiento con prednisolona en pulsos durante tres días, que luego se cambia a prednisona 1mg/kg/día, y además dapsona en dosis de 2mg/kg/día. Debido a que algunas lesiones persisten, se agrega azatioprina en dosis inicial de 1 mg/kg/día, la cual después se aumenta 2. Tras controlar la afección, se empieza a reducir la dosis de prednisona y posteriormente de azatioprina. Después de nueve meses de seguimiento, la paciente sigue necesitando los tres medicamentos en dosis reducidas, debido a pequeñas reactivaciones. Presenta secuelas oculares (entropión y úlcera de córnea), por lo que se le interviene quirúrgicamente en el Servicio de Oftalmología.

Discusión

Estos dos casos ilustran la variabilidad clínica y evolutiva que puede presentar la dail. El primer caso con una evolución crónica, con topografía y aspecto clínico típicos, tuvo una respuesta excelente a la dapsona, que corresponde con lo descrito en la enfermedad ampollosa crónica de la infancia.1,8

El segundo caso, sin embargo, con una presentación muy distinta, de rápida instalación, con lesiones diseminadas desde el inicio, algunas con aspecto en blanco de tiro, afectación intensa de las mucosas oral y conjuntival, con histología de necrosis cutánea y que simula síndrome de Stevens-Johnson. Ante el incremento de lesiones y la poca respuesta a la terapéutica instaurada, se practican nuevas biopsias para anatomía patológica e inmunofluorescencia directa, las cuales confirman el diagnóstico. La evolución posterior también fue tórpida, lo que requirió el uso de varias drogas: sulfona, cortisona y azatioprina, con lo que se logra controlar la enfermedad aunque no se evita la secuela ocular, a pesar de los cuidados oftalmológicos desde el inicio, requiriendo incluso una cirugía reparadora, que en esta etapa recuerda la evolución del penfigoide cicatrizal. Tanto el síndrome de Stevens-Johnson, necrólisis epidérmica tóxica, como el penfigoide cicatrizal, en la literatura se mencionan como diagnósticos diferenciales.9-11

En la etiopatogenia de la enfermedad intervienen factores inmunológicos heterogéneos, con subgrupos de enfermos cuyos anticuerpos reaccionan con antígenos diferentes. La mayoría tiene anticuerpos iga contra la región extracelular del antígeno 2 del penfigoide ampolloso (de unos 120 kd) y otros contra el colágeno vii.1,2

Otro factor involucrado es el genético, con predominio del hla-b8, cw7, dr3.6 A diferencia de la dermatitis herpetiforme, el gluten no interviene.1,2

El papel de los medicamentos como desencadenante es muy importante, en especial la vancomicina,12 pero también otros antibióticos (como ampicilina, penicilina, ceftriaxona, trimetoprim-sulfametoxazol), además de aines (diclofenaco, piroxicam, naproxeno), captopril,13 entre otros. El segundo caso recibió vancomicina durante algunos días después de iniciado el cuadro, lo que pudo haberlo exacerbado. A diferencia de las formas clásicas de la enfermedad, el grupo desencadenado por medicamentos presenta una variedad de manifestaciones clínicas con erupciones morbiliformes, lesiones similares al eritema multiforme o a la necrólisis epidérmica tóxica.1,3,12

También se mencionan relaciones con ciertas infecciones, colagenopatías, enfermedad celiaca, glomerulonefritis posestreptocóccica y procesos linfoproliferativos.14-15

La afectación de las mucosas es una manifestación importante en la dail. Hasta 50% de los pacientes presenta este tipo de afectación, que puede variar desde erosiones asintomáticas bucales hasta lesiones graves, con daño de otras mucosas, como la conjuntival, que pueden formar cicatrices como las del penfigoide cicatrizal.10 En los niños y en quienes la enfermedad se indujo por fármacos es menos frecuente, aunque en algunos casos puede ser predominante.1,8 El segundo caso presenta estas características.

El diagnóstico se orienta con la anatomía patológica, pero se confirma con la inmunofluorescencia directa cuando se observa el depósito lineal de iga en la membrana basal dermoepidérmica y, eventualmente, en otro inmunorreactante como igg y complemento.1,16 Otras pruebas –como la inmunofluorescencia indirecta (que se reporta positiva en entre 30 y 50% de los casos17), la determinación de autoanticuerpos por elisa o western blot y, sobre todo, la inmunomicroscopía electrónica– permiten una mejor interpretación de los mecanismos inmunológicos,1,17,18 pero no siempre son factibles de realizar, como en estos casos.

En cuanto al tratamiento, la mayoría responde muy bien a la dapsona o a la sulfapiridina, como se observó en el primer caso, pero otros necesitan la adición de corticoides. Otras alternativas serían el micofenolato, colchicina, nicotinamida, inmunoglobulina y azatioprina,1,17 estos dos últimos se utilizaron en el segundo caso.

En general el pronóstico en el niño es bueno, se espera que remita en uno o dos años; en el adulto es más impredecible, pues tiene remisiones y exacerbaciones periódicas; y en los casos inducidos por fármacos suele resolverse en dos a seis semanas tras retirar el agente.17 En ambos casos el seguimiento a largo plazo será fundamental para poder establecerlo con precisión, ya que significan dos formas de presentación de una misma entidad.

 

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