Edicion Octubre-Diciembre 2018 / Volumen 16-Número 4

Reflexiones sobre la ética médica

Reflections on Medical Ethics

Dedicado al señor doctor don Raúl Suárez y de la Torre

Enrique Santos Discépolo, compositor argentino, en su tango Cambalache de 1934,escribe su último párrafo así: “No pienses más, siéntate a un lao, que a nadie importa si naciste honrao, que es lo mismo el que labura noche día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata o que el que cura, o está fuera de la ley”. Y esta descripción de una sociedad convulsa, desenfrenada, sin valores ni remordimientos se adapta a nuestros tiempos a la perfección. Las normas personales tienden a relajarse en periodos de moral baja y esta época ha creado problemas especiales al respecto. Nos hace reflexionar si aquellas enseñanzas de nuestros grandes maestros sobre el desempeño estrictamente ético de la dermatología devinieron desdibujadas, borrosas e incluso mutiladas entre el desconocimiento y la ambición.

Si bien la ética y la moral tienen el mismo significado, la moral guarda una connotación religiosa, mientras que a la ética se le aplica un sentido más civil o secular

La ética médica, o deontología médica, es la disciplina que se encarga de normar las acciones buenas y malas, así como los principios que guían el trabajo de los profesionales médicos. Es de todos conocido que implica la beneficencia, es decir, el actuar en beneficio de los otros dejando de lado prejuicios y haciendo prevalecer los derechos del prójimo, la autonomía al no caer en las presiones del exterior, la justicia en la que todos los pacientes deben recibir el mismo trato sin que medien discriminaciones, y la no maleficencia, primum non nocere.

La práctica de la medicina es un servicio, no un estudio académico. Y en este contexto la compasión es la motivación dinámica que necesita el médico para enfrentarse a su tarea. Si bien la religión es el origen de la ética y existen amplias áreas de acuerdo entre las diversas sociedades, hay también diferencias apoyadas en costumbres centenarias, pero la compasión, más intensa que la empatía, es el común denominador entre todas las creencias ya que corresponde a la percepción y compenetración del sufrimiento de otros y el deseo y acción de aliviar, reducir o eliminar la situación dolorosa.

El budismo ha hecho de este sentimiento su actitud espiritual propia, todo ser vivo merece esta piedad y esta solidaridad. Las religiones monoteístas (judaísmo, islamismo y cristianismo) han dado mucho valor a la misericordia, y en particular las enseñanzas cristianas del amor al prójimo como a uno mismo. El hinduismo percibe a Dios en todo cuanto existe, llegando incluso a ver a Dios en todo ser creado y, por tanto, todo cuanto existe es sagrado y se mira con reverencia y amor.

Pero no se necesita ser creyente para ser un médico ético. El agnosticismo y el ateísmo son perfectamente compatibles con la ética médica. Isaac Bashevis Singer, escritor judío-polaco, Premio Nobel de Literatura 1978, a pesar de ser hijo y nieto de rabinos, pone en voz de uno de sus personajes de su libro El mago de Lublin: “Si Dios no existe, el hombre debe comportarse como si él fuera Dios”. Su Santidad Tensyn Gyatso, xiv Dalai Lama del Tíbet, Premio Nobel de la Paz 1989, en su libro El arte de vivir en el nuevo milenio afirma que si alguien es creyente o no en el terreno de la religión, no tiene demasiada importancia, lo fundamental es que se trate de un buen ser humano con compasión por los demás. Y Albert Einstein, físico alemán de origen judío, Premio Nobel de Física 1921, agnóstico, en su libro Mi visión del mundo escribió: “Para que sea eficaz el comportamiento ético de los hombres debe basarse en la compasión, la educación y en motivos sociales. No necesita ninguna base religiosa. Sería muy triste por parte de la humanidad si sólo se refrenara por miedo al castigo y por la esperanza de un premio después de la muerte”.

Por fortuna, la naturaleza humana es como un resorte elástico y algunos individuos son capaces de levantar el vuelo y elevarse a lo más alto aun en los tiempos difíciles y en las sociedades corruptas, anteponiendo la compasión al paciente por encima de cualquier interés personal, porque en palabras de Jim Stovall: “Integridad es hacer lo correcto aunque nadie esté mirando”.

Ha habido grandes escritores que lograron describir en prosa o en verso lo que significa la verdadera compasión, que podrían ser aceptadas por cada religión, por ateos y por agnósticos.

Milan Kundera, novelista nacido en la antigua Checoslovaquia, ateo, todavía vivo, en su libro La insoportable levedad del ser escribió: “Cuando sentimos compasión tenemos la posibilidad de sentir en nosotros aquello que está experimentando el otro sea cual sea el sentimiento que el otro albergue, la compasión nos faculta para sentir lo mismo y nos abre la posibilidad para que con proximidad pero sin interferencia, podamos acompañarle desde la verdad en ese tránsito”.

El Dalai Lama ha dicho: “Nuestro principal propósito en esta vida es ayudar a otros. Y si no puedes ayudarles, al menos no les hagas daño”.

San Francisco de Asís en una oración católica reza: “Señor, hazme un instrumento de tu paz… que no busque yo tanto ser consolado como consolar, ser comprendido como comprender, ser amado como amar”.

Y el poeta jalisciense Enrique González Martínez, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y candidato al Premio Nobel en 1944, describe la compasión de esta manera en su poema “Cuando sepas hallar una sonrisa”:

Sacudirá tu amor el polvo infecto que macula el blancor de la azucena, bendecirás las márgenes de arena y adorarás el vuelo del insecto;

y besarás el garfio del espino y el sedeño ropaje de las dalias… y quitarás piadoso tus sandalias por no herir a las piedras del camino.

 

Ángeles Serrano Espinosa

Colegio de Dermatólogos de Guanajuato