Edición Julio-Septiembre 2013 / Volumen 11-Número 3

Nacido el 14 de enero de 1925 en la población de Charly Sur Marne, en la región francesa de Champagne, murió en la Ciudad de México el 3 de febrero de 2013.

Cursó la enseñanza básica en el liceo Condorcet de París y en la década de 1940, emigró a México para estudiar medicina en San Luis Potosí. Al concluir la carrera, regresó a Francia para reunirse con su mentor y amigo, el profesor Roberto Degos, quien dirigió sus estudios en el campo de la dermatología en el parisino Hospital de Saint Louis.

El Dr. Vérut volvió a México y alrededor de 1948, cuando solo tenía 23 años de edad, fundó la Alianza Francesa, de la cual fue el primer director. En broma decía que era francés de San Luís Potosí. Transcurridos unos años, se estableció en la Ciudad de México donde estuvo, exclusivamente, dedicado a la dermatología. Fue miembro y presidente de la Sociedad Mexicana de Dermatología, asistió a numerosos congresos mexicanos y participó activamente en los cursos de especialidad dirigidos a médicos generales que, cada año, organizaba el profesor Latapí.

Además de su amor por la medicina –y la dermatología, en especial–, el Dr. Vérut tenía una gran afición por la historia. De su padre y su abuelo, quienes fueron grandes estudiosos de las iglesias francesas del romanticismo, heredó la fascinación por el arte, y ya radicado en México en los años sesenta, el doctor trabó contacto con autoridades del Instituto Nacional de Antropología e Historia, lo que le permitió fusionar su afición con su profesión y dedicar muchos años a la investigación de la dermatología prehispánica.

Amigo del etnólogo Jacques Soustelle, compartía su interés en la arqueología mexicana y participó en muchos hallazgos arqueológicos y descubrimientos del Templo Mayor. De hecho, el Dr. Vérut era el guía ideal para visitar el Museo de Antropología de la Ciudad de México pues, muy emocionado, solía señalar las piezas que él, personalmente, había encontrado. Gracias a su amistad con Christian Duverger, autor del libro Mesoamérica, aprendió mucho de los olmecas, de suerte que cada visita al citado museo iniciaba en la sala destinada a esa cultura. Más aun, la embajada de Francia a menudo solicitaba su asistencia en la organización y dirección de recorridos museísticos para dignatarios galos visitantes.

En agosto de 2007 fue entrevistado durante la producción del libro Memorias a flor de piel, obra que cita datos muy interesantes sobre sus conocimientos en dermatología antropológica. Entre otras cosas, el Dr. Vérut pone énfasis en que la estética prehispánica distaba mucho de los convencionalismos occidentales y como sustento de sus afirmaciones remitió a los autores a su propio libro, Pre-Columbian Dermatology & Cosmetology in Mexico (1977), donde apunta: “El enfermo era siempre el punto focal en la dermatología prehispánica”. Lo que hace más interesante este libro, según el autor, es que no existe en el mundo una expresión de las enfermedades de la piel de épocas tan antiguas , que corresponden a la edad de piedra o neolítoco superior constituido por Mesoamérica y Mesopotamia, pero en esta última no hay expresión de la dermatología. Este libro fue entregado a todos los participantes del Congreso Mundial de Dermatología celebrado en México ese mismo año.

En su experta opinión, el valor de su libro estribaba en que son muy contadas las manifestaciones plásticas de enfermedades cutáneas que datan de épocas antiguas y, sin falsa modestia, se describió como “el especialista mundial en dermatología prehispánica”. “La iconografía de las afecciones cutáneas registradas en el arte precolombino mexicano, es realmente impresionante. Combinan la sensibilidad artística con fundamentos médicos y científicos”, aseveró.

Otro capítulo importante en su vida fue la amistad con Assad Atala, a quien conoció en 1959 en la Clínica Hospital del Seguro Social de Cuernavaca, época en que el Dr. Vérut iba allá a dar consulta dermatológica y según sus palabras Dominique practicaba una dermatología franco-mexicana, Degos-Latapí, mezclaba con arte la tintura de Milian, eosina, el alquitrán de hulla así como el glicerolado neutro de almidón. Recuerda que tenía un carácter fuerte, era bromista, alegre, inquieto, en los congresos caminaba todo el tiempo, no podía estar quieto.

Siempre que se encontraban en algún congreso, el Dr. Vérut le pasaba un brazo por los hombros y anunciaba, con fuerte acento francés y gran humor: “Yo le enseñé [a Atala] el ABC de la dermatología”.

También fue un gran amigo del Dr. Christian Scholtés quien, al igual que Dominique estudió en el Liceo Condorcet y con el Profesor Degos, 20 años después, es por ello que cuando Christian llegó a México ya le conocía de referencia y señala que tal vez su carácter vivo, como el champán, le viene de su lugar de nacimiento.

Su vida personal se cifraba en su esposa Bettina, sus tres hijos y dos nietos, con quienes disfrutaba de pasar temporadas en su casa de campo de Cuetzalan, Puebla.

Con el Dr. Scholtés y el Dr. Atala queremos con esta brevísima semblanza rendir un homenaje afectuoso a este hombre singular, polifacético y muy querido, que incluso fue cónsul honorario de la República de Lituania en México. Siempre quedará en el corazón de quienes lo conocimos y tuvimos la fortuna de gozar de su amistad.

Descanse en paz, Dr. Dominique Vérut Goudet.

Dr. Roberto Arenas
Titular, Academia Nacional de Medicina

Con Amor, a Dominique

Dominique y mi dermatología,
al mismo tiempo llegaron,
cuando más los requería,
juntitos, me abrazaron...
De la piel, muchos enfermos,
en el presidio lloraban,
y yo quería sanarlos,
ellos, me necesitaban...
Dermatólogo francés,
pronto a mí me enseñó,
cómo aliviar esos males,
y, así, la paz llegó...
Francesa su dermatología,
mexicana su pasión,
se acercó a Latapí,
y, también, de él, aprendió...
Descubrió otra vocación,
que se llama arqueología,
en ella él destacó,
y, hasta un libro, escribió...
Siempre alegre en los congresos,
jamás permanecía sentado,
participaba en los temas,
siempre, bien documentado...
Yo quise mucho a este viejo,
era un espíritu único,
que daba todo, y, ya!,
y te amaba a su modo...
Con Bettina, siempre estaba,
linda mujer lo adornaba,
tan fuerte ha sido ella,
y mucho, ella lo amaba...
Dios bendiga a Dominique,
y a su hermosa Bettina,
él pasó por este mundo,
dejó su huella, amantina...

Assad Atala