Seidelin and the Mayan train
El 31 de julio de 1912, en Annals of Tropical Medicine and Parasitology, revista de la Escuela de Medicina de Liverpool, se publicó “Leishmaniasis and babesiasis in Yucatán”, la que se considera la primera comunicación sobre leishmaniasis en México, por el insigne médico danés Harald Seidelin, después de casi un lustro de ser profesor de química clínica, anatomía patológica y bacteriología en la Escuela de Medicina de Yucatán, y que con los nuevos conceptos médicos europeos contribuyó a elevar el nivel académico de esta institución. Creó el Departamento de Patología en el Hospital Escuela Agustín O’Horan, donde practicó 1 899 autopsias, realizó por primera vez en Yucatán, y probablemente en México, las pruebas de Wassermann para la sífilis y la de Widal para la tifoidea, por eso se ha dicho que durante su estancia en Yucatán, la Escuela de Medicina vivió los momentos más brillantes de su historia.
La descripción que hace de la leishmaniasis es magistral; de sus características clínicas surge el término “úlcera de la oreja del chiclero”, pues era muy frecuente en la gente que se dedicaba a la extracción de la resina (chicle) de la corteza del chicozapote (Manilkara zapota) en campamentos de la selva y en época de lluvias, menciona que además de úlceras podrían encontrarse nódulos; ilustra gráficamente el aspecto citológico de la Leishmania tropica y señala al posible transmisor: un Trombidium, asimismo informa el tratamiento con ácido carbólico líquido. Posteriormente, Francisco Biagi (1953) en Campeche identifica al agente causal: Leishmania tropica, más tarde Lainson y Shaw (1972) la denominan L. mexicana y finalmente Grimaldi (1987), L. mexicana mexicana. F. Andrade (1990) describe las características epidemiológicas de la leishmaniasis cutánea en Campeche, así como las del transmisor (Lutzomyia) y reservorios conocidos de la enfermedad (Ototylomys phyllotis y Peromyscus yucatanicus).
Durante años la “úlcera del chiclero”, que es sinónimo de leishmaniasis cutánea localizada mexicana, era prácticamente exclusiva de la zona selvática de la península de Yucatán (Campeche y Quintana Roo), el estado de Yucatán no se incluía en el área endémica, pero la deforestación ocasionada por la construcción de los centros turísticos y poblacionales, los huracanes e incendios que han azotado a la región han hecho que desde 2015 hasta la actualidad, 15 de los 106 municipios de Yucatán tengan leishmaniasis cutánea autóctona. La irrupción del “tren maya” en la zona selvática de la península ha incrementado notoriamente la cantidad de casos, de menos de 300 casos al año antes de 2019, pasó a casi 1 400 casos en 2023 (oms-ops). Y como la ruta del tren es justamente la de la zona endémica de México: Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Tabasco –donde también existe leishmaniasis cutánea diseminada y mucocutánea– y Chiapas, se espera que en el futuro el turismo y nuevos centros poblacionales en la ruta mantengan el incremento de casos y la necesidad de considerara la leishmaniasis cutánea en el diagnóstico diferencial en zonas no endémicas.
El 1 de febrero de este año 2024, el Centro Dermatológico de Yucatán cumplió 75 años de brindar atención dermatológica a la población, no sólo de Yucatán sino también a los estados vecinos, pues la entidad tiene el privilegio de contar con uno de los cinco centros dermatológicos oficiales en México, que a pesar de sus múltiples carencias por el abandono de las autoridades de Salud, creemos que sería muy oportuno en este sexenio que inicia brindarle los recursos materiales para poder cumplir cabalmente con la actividad asistencial, docente y de investigación que a pesar de todo se realiza, poder seguir tratando a los pacientes de leishmaniasis cutánea, continuar estudiando su comportamiento epidemiológico y eventualmente poder ser un centro de referencia local, nacional e internacional. Tenemos el recurso humano, sólo falta el recurso material. A 112 años de que Harald Seidelin describiera la leishmaniasis cutánea localizada mexicana, conocida actualmente como “úlcera del chiclero”, quizá pronto podríamos denominarla “úlcera del tren maya”, relacionada no sólo con los numerosos casos ocurridos entre los trabajadores de su construcción, sino también por quienes en el futuro lo utilizarán para transportarse, ya el tiempo lo dirá.
José Cerón
Director del Centro Dermatológico de Yucatán
Dr. Fernando Latapí, Mérida, Yucatán
EDITORIAL
DermatologíaCMQ2024;22(4):310-313