Edicion Octubre-Diciembre 2012 / Volumen 10-Número 4

Private Practice. Abusing and abused doctors

En su excelente libro Ética médica laica, Ruy Pérez Tamayo (Siglo XXI, 2002, pp. 119-138) hace alusión en uno de los capítulos a la deshumanización de la Medicina y concluye que en realidad no es que los médicos se hayan deshumanizado, sino que esos individuos serían igualmente inhumanos si hubieran estudiado alguna otra profesión como Arquitectura, Ingeniería, Derecho, es decir que su sentido mercantilista ya es parte de su forma de conducirse en la vida.

Por extensión, podemos considerar que los médicos explotadores, son totalmente deshumanizados y como consecuencia no se pueden considerar médicos, y por lo mismo, no vale la pena abundar en este rubro.

Pero sí desearía expresar en algunos párrafos algo acerca de los médicos explotados, quienes, en términos generales, son los jóvenes profesionales de la Medicina recién graduados y que inician su ejercicio en condiciones cada vez más difíciles y que a mayor abundamiento, van a ser presa fácil de múltiples circunstancias por parte de individuos o empresas diversas.

¿Quiénes van a ser sus primeros pacientes?

Sin duda sus familiares, que en múltiples ocasiones se trata de primos, tíos o familiares que muy probablemente no hayan visto por muchos años, o incluso ni conozcan, pero que asisten a consulta con el nuevo médico, y hasta podemos imaginar el diálogo: “¿Qué crees? que Juanito el hijo de Amandita nuestra prima ya se graduó y como siempre ha sido tan estudioso, dicen que es un magnifico dermatólogo, vamos a verle a ver qué opina de estas manchas que nomás no le han atinado ¿no te parece?” y por supuesto que van a ir a verlo con la seguridad de que no les va a cobrar, porque son familiares, y de acuerdo con un “código ético” no escrito –que ignoro si sólo se aplique en México o se extienda al resto de Latinoamérica– por el cual esos “familiares” no tienen otro interés que obtener consulta gratis; y si el buen Juanito incurre en el grave “pecado” de cobrarles, se le tachara de “metalizado” e ir contra el “apostolado de la Medicina”, que supone que el médico debe vivir de la caridad humana.

Alguna vez, hace muchísimos años pregunte a mi maestro el doctor Raúl Fournier: “¿a quienes no les debe cobrar el médico, según nuestros usos y costumbres?”; él fue muy claro y me contestó: “en estricto sentido no se debe cobrar a los familiares que dependan económicamente del médico, o bien a los familiares más cercanos y/o a quienes se desee atender sin costo por tener lazos estrechos de amistad”.

Entonces en el caso anterior, ante esta situación por demás embarazosa para el joven médico, podría decir: “mira querida tía, por tratarse de ti sólo te cobrare el 50% de mis honorarios”, con lo cual liberaría su conciencia, y seguramente se libraría a la vez de ese tipo de “familiares” que no volverían a verlo y que sin duda abundarán en múltiples vituperios.

Entonces es conveniente advertir a nuestros residentes de este tipo de situaciones, que por lo demás son muy comunes y que no les trae ningún beneficio; por otra parte debe quedar muy claro que si ese joven médico estudió tantos años, tiene todo el derecho a cobrar por sus servicios, si además se está comportando con la honestidad que demanda nuestra profesión.

Infortunadamente en nuestro país, cada vez es más difícil para el médico que se inicia en su carrera, lograr tener una clientela suficiente, que le permita vivir decorosamente y con frecuencia se ve obligado a prestar sus servicios en alguna compañía de seguros, empresas constituidas por negociantes que abusan de todos: del paciente en primer lugar, pero también del médico.

Del primero porque le ofrecen un sinnúmero de beneficios, pero cuando lo convencen de comprarles una póliza de gastos médicos mayores y viene la primera reclamación, le ponen toda una serie de obstáculos. Al respecto, un experto comentaba que si estas compañías operaran bajo esas condiciones, en cualquier país del primer mundo ¡no venderían una sola póliza! En verdad se trata de contratos leoninos en su gran mayoría, pues si el enfermo acude con un médico que no está en la red, es decir, si no pertenece al listado de médicos con quien dicha empresa trabaja, tiene que cubrir sus gastos y después optar por el reembolso, que constituirá, sin lugar a dudas todo un calvario, pues le deducirán el coaseguro y los deducibles, además de colocarle muchas otras barreras para devolverle su dinero.

Pero si eso le pasa al pobre paciente, lo que acontece con el médico no va a la zaga, pues los honorarios que este recibe por consulta son muchísimo menos de lo que se acostumbra según el nivel y la especialidad que cultive; existen casos en que se les paga aproximadamente entre el 10% y el 20% de la tarifa vigente en determinadas instituciones hospitalarias privadas.

Todo lo anterior constituye algunos de los muchos obstáculos que enfrentará el novel profesionista, en particular si decide ejercer en algunas de las grandes ciudades de nuestra República.

¿Soluciones? No son fáciles de aconsejar, pero sí es conveniente para los recién egresados tratar de agruparse con amigos o compañeros que cultiven otras ramas de la Medicina y de esta manera tener la posibilidad de que entre ellos se ayuden al enviarse pacientes mutuamente bajo las estrictas reglas que la honestidad de nuestra profesión demanda; obviamente de esta manera muy poco a poco se forjará una situación económica cada vez más estable.

Finalmente, tratándose del ejercicio de la Medicina y cuando se trabaja con honradez, la verdad se impone al fin, a sabiendas de que el médico puede aspirar con toda justicia a vivir con las comodidades que se merece, pero si espera llegar a ser millonario ¡más vale que cambie de profesión! Creemos de interés citar dos aforismos que son la base del ejercicio de la Medicina. El primero, ampliamente conocido, pero no por ello menos valedero a pesar de haberse enunciado varios siglos antes de la Era Cristiana, por Hipócrates: “Lo primero es no dañar” Qué difícil es que el médico tratante esté totalmente convencido de que si no sabe el diagnóstico, sea consciente de ello y tenga el valor de decir “no sé” y consultar con algunos compañeros para no causar iatrogenia.

El segundo aforismo, que encierra un gran contenido filosófico y que es aplicable al cotidiano desempeño del médico –aunque no original del maestro Ignacio Chávez, pero citado en múltiples ocasiones en sus exposiciones y discursos–, dice así: el profesional de la Medicina deberá tener siempre en cuenta que su diario quehacer es “Una conciencia frente a una confianza”; la confianza, que en algunos casos llega a extremos increíbles, está representada por nuestros pacientes, que llegan hacia nosotros en demanda de ayuda para su males; y la conciencia, lógicamente somos nosotros, los médicos, quienes deberemos saber que, para ese paciente, representamos muchas cosas, pero sobre todos somos depositarios de su entrega y su fe. ¡Ojala podamos siempre tener en mente estas frases que entrañan una gran sabiduría en el contexto filosófico del ejercicio de la Medicina!

Luciano Domínguez Soto
Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital General Dr. Manuel Gea González