Edicion Enero-Marzo 2013 / Volumen 11-Número 1

Conocí a Fernando Ortiz Monasterio hace unos 40 o 45 años, en una fiesta con motivo de las bodas de plata del distinguido profesor de dermatología, Dr. Ernesto Escalona; y postriormente volví a trabar contacto con él durante la sesión preparatoria de un residente que habría de exponer un caso clínico en pocos días y a quien Fernando interrumpió no sé cuántas veces, detectando discretos fallos que era preciso corregir. Del primer encuentro conservo la imagen de un hombre siempre amable y de agradable trato, como correspondía a la ocasión. Del segundo, me llevé la impresión de un profesor exigente y comprometido con su labor. ¡Un maestro empeñado en forjar profesionales de primerísimo nivel!

Una década más tarde, me entrevisté con Ortiz Monasterio –para entonces, flamante director general del Hospital “Dr. Manuel Gea González”– a fin de solicitar su autorización para establecer allí un Departamento de Dermatología conjuntamente con la doctora Hojyo. Aunque hoy pueda parecer extraña, la petición fue motivada por el hecho de que tanto mi colega como un servidor pertenecíamos al antiguo Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales, y tras casi un año y medio de lucha no habíamos logrado que transfirieran nuestras plazas al hospital –cosa que, para muchos, era impracticable dado que el Instituto formaba parte de la Subsecretaría de Salubridad, mientras que el Hospital pertenecía a la Secretaría de Asistencia. Sin embargo, con el apoyo de Fernando, en escasos 6 días conseguimos lo que en aquellos largos meses se antojaba imposible. Bastó con entregarle nuestras claves y de inmediato, fuimos comisionados indefinidamente al Gea González.

He contado esta anécdota en numerosas ocasiones y cada vez tengo buen cuidado de señalar que fue gracias al profesor Ortiz Monasterio que hoy contamos con el servicio conocido como DERMAGEA, mismo que acaba de celebrar el 35 aniversario de su creación. Aquel logro fue un hito en nuestras carreras, pues nos permitió migrar de una institución completamente aislada del mundo hospitalario a un ámbito prolífico y enriquecedor donde, de nueva cuenta, Fernando nos apoyó decididamente para que, con el transcurso de los años, Hojyo y yo entrásemos en contacto con profesionales talentosos e interesados que nos ayudaron a crecer en todo sentido.

Sin temor a equivocarme, puedo afirmar que mi relación personal con Ortiz Monasterio siempre se caracterizó por una gran cordialidad y compañerismo. Con todo, uno de los aspectos más significativos de mi vínculo con Fernando Ortiz Monasterio es que fui testigo de los innumerables obstáculos que debió sortear para convertir al Gea en una institución digna, con recursos y residencias de especialidad (ambos inexistentes antes de su llegada) y también de la manera como encaró problemas de diversa índole, emanados de frentes opuestos y con intereses propios, que entorpecían sus esfuerzos para transformar el nosocomio como se lo propusiera al asumir la dirección. Pese a ello, Fernando hizo acopio de talento e inteligencia y terminó por desarrollar una verdadera infraestructura hospitalaria física, científica y académica que transformó nuestro hospital en un lugar digno de semejante apelativo.

El Departamento de Dermatología tiene una enorme deuda de gratitud por el respaldo que el maestro nos brindara para iniciar nuestra práctica, concediéndonos algunos metros más de espacio muerto que, por entonces, fueron de enorme valor para desarrollar actividades científicas y académicas que han redundado en la magnífica entidad que es DERMAGEA. Según sus instrucciones, creamos una clínica para tumores de piel y partes blandas donde, las mañanas de viernes, cada dos semanas, presentábamos y discutíamos este tipo de padecimientos con el responsable de Cirugía Plástica y Reconstructiva (en principio, el Dr. Gustavo Barrera y posteriormente, el Dr. Manuel García Velasco), en compañía de los residentes de ambos servicios. Una iniciativa espléndida que persistió algún tiempo y derivó en grandes enseñanzas para todos los involucrados.

Es así que en este espacio y en representación de quienes conformamos la actual División de Dermatología del Hospital “Dr. Manuel Gea González”, quiero rendir homenaje a un entrañable amigo cuya visión convirtió un hospital de segundo nivel en una institución de prestigio –avalada por la calidad humana y profesional de Fernando Ortiz Monasterio.

El vacío que deja en todos nosotros es inmensurable.

Dr. Luciano Domínguez Soto